viernes, 25 de septiembre de 2009

123.- Huida silenciosa.

La huida era intensa y muy angustiosa, no sabía exactamente de quien o de que intentaba escapar, pero podía intuir que pronto lo atraparían.Los obstáculos que se iba encontrado eran frases sueltas, que se agolpaban en su cabeza y que no lo dejaban pensar con claridad. Preguntas y respuestas, que no comprendía, lo desorientaban y le incapacitaban para tomar alguna decisión. Esos espacios vacíos por los que corría se le hacían eternos y cada vez más insufribles.
Tenía claro que aquello, que le perseguía con tanta ansiedad, acabaría por provocarle el colapso total.
De pronto se paró.
Jadeante y sin aliento miró hacia abajo. Sintió un miedo terrible, cuando se vio justo al borde de un precipicio. Ya no podía dar marcha atrás, y sin pensarlo se lanzó al vacío.
Su mente comenzó a liberarse de aquella tensión tan insoportable, a la que estaba sometido. Sentía el aire de la noche que le acariciaba su desnudo cuerpo, y por unos instantes sintió solo paz, silencio y equilibrio.
De pronto, ¡Paf!
Aquella agradable sensación de libertad había acabado.
Como todos los días, se despertaba a la misma hora. A veces se quedaba en la cama inmóvil, como muerto, durante unos minutos. Saboreaba aquellos momentos de somnolencia, como si la vida le fuese a dar otra oportunidad.
Sin querer abrir los ojos, sentía que otro día se le echaría encima, y entonces comenzaba a animarse recordando tiempos mejores. Sabía que era lo único que podía animarlo hasta que se pudiera anestesiar otra vez con aquellos fármacos, que ingería y que lo devolvían a aquel estado cataléptico durante la mayor parte del día.
Ya pasaron esos años de felicidad y de amor, que jamás podrán ser ni retornados, ni recuperados.
Al amanecer lo encontraron tirado en la calle, con la cabeza destrozada y al lado de un gran charco de sangre. Su mano derecha apretaba una fotografía de su hijo.
Qatsi.
La pintura es "La Huida" de Aldo Ciccione (Chacal). http://www.aldochacal.com.ar/

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